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Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
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para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
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toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
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Miguel Hernández
(Gracias Esmeralda por darme a conocer este bello poema )
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El próximo año 2010 se celebrará el centenario del nacimiento de Miguel Hernández y ya hay puestas en marcha numerosas actividades, espectáculos, obras musicales y homenajes dedicados al poeta de Orihuela.
2 comentarios:
¡Ojalá ya no queden abarcas desiertas, nunca más!
Este poema daría mucho para debatir sobre la Navidad y lo que representa y/o debería representar...
Pero hoy sólo quiero agradecer que te pases por aquí, y que vuelvas. Un abrazo.
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