viernes, 11 de septiembre de 2009

Lorca, Hierro y Nueva York


LA AURORA
.
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
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La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
.
Federico García Lorca
de "Poeta en Nueva York", 1929-1930


I
En esta encrucijada,
flagelada por vientos de dos ríos
que despeinan la calle y la avenida,
pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
descienden las palabras a mi mano,
picotean los granos de rocío,
buscan entre mis dedos las migajas de lágrimas.
.
Siempre aspiré a que mis palabras,
las que llevo al papel,
continuasen llorando
-de pena, de felicidad, de desesperanza,
al fin, todo es lo mismo-,
porque yo las había llorado antes;
antes de que desembocasen en el papel blanquísimo,
en el papel deshabitado, que es el morir.
Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
de lo que tuvo vida.
Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
lloraría por seres que jamás conoció,
que acaso no es posible que existieran
aunque estuvieron vivos
en el recuerdo o en la imaginación.
Lloraríamos todos por los desconocidos,
los -para mí -difuminados
en la magia del tiempo.
.
Contra las estructuras
de metal y de vidrio nocturno
rebotan las palabras aún sin forma,
consagradas en el torbellino helado,
y no me hacen llorar.
Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!

II
Yo ya no lloro,
excepto por aquello que algún día
me hizo llorar:
los aviones que proclamaban (*)
que todo había terminado;
la estación amarilla diluida en la noche
en la que coincidían, tan sólo unos instantes,
el tren que partía hacia el norte
y el que partía hacia el oeste
y jamás volverían a encontrarse;
y la voz de Juan Rulfo: «diles que no me maten»;
y la malagueña canaria;
y la niña mendiga de Lisboa
que me pidió un «besiño».
Yo ya no lloro.
Ni siquiera cuando recuerdo
lo que aún me queda por llorar.

José Hierro
De "Cuaderno de Nueva York" 1998

(*) He resaltado esta frase dado el día que se "conmemora" hoy, ¿Hierro visionario?



3 comentarios:

Amio Cajander dijo...

escuché hace unos días el poema de Lorca en la increible voz de Morente y supe que era lo que se merecía postear un dia como hoy.

Me alegra que alguien como tu tuviese tambien esa sensibilidad hace dos años ;)

Transi Robles dijo...

Hola Amio! Cómo me gustaría escuchar a Morente recitar este poema! (lo buscaré, quizá esté por la red)
Sí, yo si no fuera porque ya lo hice, hoy hubiera dicho algo... (que mira que hay para opinar...)
Me gustan estas coincidencias, es como si se sintiese una más acompañada...
Gracias y un abrazo.

Amio Cajander dijo...

tienes a Morente como Banda sonora de mi post, bajo la foto, ;)