En mi anterior reflexión sobre el tema hablaba de sentimientos, de ausencias y presencias ordenadas por un juez, del dolor que experimentan los miembros de la familia rota...
Pero hemos de ser realistas y poner los pies en el suelo. En la mayoría de los casos de lucha por la custodia de los hijos se aproxima más a un tema económico que a los sentimientos y deseos de los padres hacia los hijos y de considerar lo más conveniente para ellos.
Lo que en demasiadas ocasiones se esconde bajo este pretexto es el tema de que quien se queda con los hijos obtiene la casa y una pensión. El otro cónyuge ha de buscarse un nuevo nido y además de pagar dicha mensualidad, se le deniega la posibilidad de responsabilizarse de los hijos continuadamente.
Ellas alegan que dedicaron su vida a los hijos y a él...
Algunos/as pasan factura sobre otros extras: cuidado de los suegros, “Te saqué del arroyo y has vivido como una reina...”, haber dejado un trabajo anterior para estar en casa, cuidado de hijos de anteriores parejas, etc.
En otros casos a algunos padres que antaño apenas dedicaron tiempo a sus hijos, de repente se les despierta el deseo ferviente de ejercer la paternidad responsable.
Ellos hablan de lo mucho que trabajaron fuera (y algunos dentro) de casa para que a los suyos no les faltara de nada...
Hace años un fontanero vino a casa para cambiar un grifo a eso de las diez de la noche. Me dijo: “Desde que me separé trabajo el doble. Tengo que mantener dos casas y que mis hijos no noten cambios con la separación.” Al menos él podía trabajar más... ¿Qué pasaba con los que tenían una nómina escasa?
Entiendo el grave problema de muchas mujeres que nunca han trabajado fuera de casa o que hace mucho que dejaron el mundo laboral..., y que por su edad actual les será muy difícil encontrar. ¿No debieron de haber pensado en ello hace tiempo, en previsión de lo que pudiera pasar en el futuro? Si algo fuera mal... ¿Podrían sobrevivir con una pensión de viudedad, compensatoria, etc?
Mi madre siempre me lo decía: “Tú hija, no dependas nunca de un hombre”. Mal lo hubiéramos pasado las dos tras la separación si ella hubiera dejado su profesión al casarse, como quería mi padre. Gracias a esa independencia económica fue libre entre otras cosas, para separarse.
Qué pena ver hoy en día a esas adolescentes a las cuales no les gusta estudiar..., tampoco trabajar...y que se pasean en busca de un solo destino: cuidar de un marido y unos hijos. Yo, siempre que puedo les animo a buscarse la vida por ellas mismas, que siempre podrán elegir ser libres para quedarse y amar, o marcharse para no sufrir ni odiar.
Si somos capaces de desligar a los hijos de una renta económica que asegure el sustento, seremos más libres para ver, de verdad, lo más conveniente para los amados hijos.
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