lunes, 1 de noviembre de 2010

En el camposanto

.
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
.
La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
.
Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
.
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

De la casa, en hombros,
lleváronla al templo
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
.
Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.
.
De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
.
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!


De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.
.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapiáronle luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.
.
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto:
perdido en las sombras
yo pensé un momento:
.
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
 

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.
.
Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos...!

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes,
tan solos los muertos.

Gustavo Adolfo Bécquer
.



(Fotos: Cementerio Municipal de Mutxamel, Alacant)

6 comentarios:

Lito dijo...

Hola Transi.
Estamos en los días apropiados para recordar a los que se fueron.
A mi los camposantos me dan mucha tristeza.
Tal como está montada esta vida hoy en día tiene toda la razón Béccquer cuando dice:¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!

Un abrazo.

Segundo Sánchez dijo...

Es verdad, a mí tampoco me gustan los cementerios, a pesar de que vivía cerca de uno, pero nunca me impresionaron. Eso no me ha impedido que Bécquer siempre me haya gustado, especialmente las leyendas como la de "el monte de las ánimas" o "Maese Pérez el organista", todas con fantasmas, terrores y miedos, quizás porque la lectura ayudaba a espantar nuestros miedos o las rimas relacionadas con el amor que leíamos en la adolescencia, y otras que leo ahora con otra mirada diferente.
Gracias Transi por evocar este poeta, quizás también olvidado como los muertos.
Un abrazo.

Xibeliuss dijo...

Bécquer, gran elección! A mi, sin embargo, me parece que los cementerios dicen mucho de una sociedad. Cuando viajo, sobre todo al extranjero, siempre intento visitarlos. Prometo que no es morbo ni nada parecido.

Transi Robles dijo...

Hola Lito, sólo en estos días no están solos los muertos. Aunque he visto madres (sobre todo) visitando y llevando flores a sus hijos varias veces al año...
Un abrazo.

Transi Robles dijo...

Hola Valverde de Lucerna. A mí también me han gustado siempre sus rimas, sobre todo en mis años mozos en que las leía con fruición. Las leyendas, maravillosas, me transportaba con ellas a ese mundo de misterio, imaginación y magia. Sí que es verdad que está un poco olvidado, no corren buenos tiempos para el romanticismo.
Un abrazo y gracias a ti por tu aportación.

Transi Robles dijo...

Hola Xibeliuss, estoy contigo totalmente, a mí los cementerios me encantan y los visito a menudo. (Por cierto, hace tiempo que quiero comprar el libro de Nieves Concostrina, "Polvo eres")
En ellos encuentro silencio, motivos para la emoción y la reflexión (más sobre los vivos que los muertos), fotografías antiguas, montajes y frases diversas en las lápidas... Por cierto, en esta ocasión he visto por primera vez la de un ciudadano chino...
Gracias y un abrazo.