¿Qué ganarías con injuriar a una piedra que es incapaz de
oírte? Pues bien, imita a la
piedra y no oigas las injurias que te dirijan tus enemigos.
Epicteto
Partiendo de la libertad como bien supremo, Epicteto
distingue entre las cosas que dependen de nosotros y, por ello, son libres
(juicio, intelecto, inclinación, deseo, aversión) de aquellas otras que no
dependen de nosotros (cuerpo, salud, fortuna, riqueza, honores) y por ello son
esclavas. Solamente las primeras tienen un relieve moral, en cuanto son útiles
para la dignidad y la perfección del alma; las segundas se dividen en
preferibles (por ejemplo, la salud) y no deseables (por ejemplo, la
enfermedad), pero como no poseen relieve moral se mantienen como extrañas a
nuestro ser íntimo y, en consecuencia, no encierran importancia.
El sabio, que sabe distinguir las dos categorías, es
integralmente libre: nada ni nadie pueden privarle de lo que es suyo: "Ni
el propio Júpiter puede forzarme a desear lo que no quiero ni a creer en lo que
no creo". La libertad comienza con el dominio de sus propios impulsos
irracionales (instintos, vicios, pasiones) y se extiende al de las ambiciones,
decepciones, hechos sociales y políticos, el miedo a las enfermedades y a la
muerte. Porque el sabio, si no puede quedar inmune de muchos acaecimientos reputados
como males, tiene facultad, al menos, para regular las reacciones de su propio
espíritu frente a aquellos acontecimientos: "Suprime la idea y suprimirás
también el hecho".
2 comentarios:
Muy bueno.
Gracias Luis Fidel! Si fuésemos capaces de asumir esta filosofía..., nos ahorraríamos muchas preocupaciones inútiles!
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